GABRIEL LEAÑO
by Sablazo
Editorial #6 TRABAJOS FORZOSOS
Texto escrito por Gabriel Leaño
Para Sablazo, Crítica Cultural
Probablemente, todos hemos tirado madrazos mentales más de una vez porque nos ha tocado hacer algo que pensamos que haríamos con gusto, pero que terminó significando un esfuerzo mucho más grande de lo que esperábamos. Puede que sea porque hemos idealizado de alguna forma, ésta o aquella actividad o, porque probablemente, así lo creo yo, nuestra generación, la generación llamada millenians o generación ‘Y’, está acostumbrada a lo inmediato. Hace un poco más de 20 años, las cosas eran muy diferentes a como es ahora. Los tiempos eran extensos y las distancias más largas. El desarrollo de diferentes tecnologías ha logrado que con solo un click podamos acceder a cualquier información o comunicarnos con una persona que se encuentre al otro lado del mundo, en tan solo unos segundos. Lo mismo sucede con el trabajo. Ahora es posible trabajar de manera remota. Muchas veces sin siquiera tener que salir de la casa. Hemos crecido en un mundo donde todo parece más fácil y eso nos permite creer que así debería ser. ¿Pero qué tan cierto es? ¿qué consecuencias puede traer? ¿cómo eso nos lleva a pensar que muchas veces estamos haciendo un trabajo forzoso pues no es tan fácil como esperamos?. Mi experiencia me ha ayudado a saber lo equivocado que estaba al pensar de esa forma.
Hace siete años comencé a estudiar en la universidad. Esos primeros semestres creía que podía faltar a clases y hacer todo a media marcha. A los seis meses ya estaba en otra carrera. Por ese entonces pensaba que no había razón para hacer cosas que no me gustaran, que no debía esforzarme por algo que ‘no me iba a servir’. Que solo debía hacer lo que me gustara. Esa era mi posición. Una posición dada por la ingenuidad y la falta de experiencia. A finales del 2008 se me presentó una oportunidad. Un fotógrafo profesional estaba buscando un asistente. Me puse en contacto con él. Lo acompañe a hacer un par de trabajos y comencé a trabajar por primera vez en mi vida. Antes había hecho un trabajo con un amigo para la mamá de otro amigo. Nos contrató para que le lijáramos y lacáramos el piso de dos cuartos y pintáramos una pared. Eso fue un trabajo difícil en realidad. No solo porque no sabíamos muy bien lo que estábamos haciendo sino porque no podíamos quedar mal. Pero bueno, no quiero desviar la atención. Los primeros días de trabajo como asistente eran bastante fáciles. Mi labor consistía en cargar equipos y hacer una relación del archivo. Me ganaba una plata que parecía suficiente. No estaba haciendo algo que me gustara del todo (pues no me gusta recibir órdenes y andar detrás de alguien) pero no requería de mucho esfuerzo. Pronto las cosas comenzaron a cambiar. En un principio pensé que se trataba de solo eso. Parecía que el trabajo de fotógrafo era muy simple, pero la realidad es otra. Fue cuestión de tiempo para que comenzaran a aparecer retos que parecían imposibles hasta ver que mi jefe se inventaba maromas y sacaba trucos que solo podía haber aprendido con la experiencia. Todo un viejo lobo. Así lo veo ahora. Lo cierto es que muchas veces él me pedía más de lo que yo esperaba y eso no me gustaba. Sentía que me trataba como un empleado cualquiera y que yo no debía aguantarme eso. ¿Por qué yo debía cargar los equipos mientras él hacía visita? O ¿por qué aguantarme llegar a un sitio y que no me saludaran a mi también? ¿Por qué me obliga a trabajar hasta doce horas durante 5 días seguidos sin mucho tiempo para pensar en otra cosa? Esas cosas todavía me molestan un poco. Sobretodo esos días en los que uno se toma todo personal y se deja afectar. A pesar de tener la gran oportunidad de trabajar con uno de los mejores fotógrafos de nuestro país, yo creía que yo no debía pasar por esos ‘tratos’. Aguantarme su mal genio cuando se estresaba; que me hablara como se le diera la gana o que me dijera que yo no estaba haciendo las cosas bien. En esos momentos, mientras me daban ganas de patear todo y dejarlo ahí tirado, yo veía su trabajo y pensaba: “No puedo creer que sea tan fácil. Yo podría hacerlo igual o mejor…”. No es cierto. No en vano alguien se pasa más de treinta años trabajando en lo mismo. A lo que quiero llegar con esto es que muchas veces pensé que estaba haciendo un trabajo forzoso. ¡Yo quería tomar fotos! No hacer tramoya… No paraba de quejarme.
Ahora, después de llevar más de 5 años trabajando con él, junto con otros trabajos que desarrollo de manera independiente, veo todo con otros ojos. En primer lugar, me estaba pagando para que yo lo ayudara en todo. Sin importar qué. Y yo acepté eso desde un principio. Y en segundo lugar, tenía toda la autoridad para saber si yo estaba o no trabajando como debía. Mis impresiones no eran más que el reflejo de un ego alimentado por mi propia imaginación y él me estaba dando todas las bases para aprender a trabajar bien. Creo que el único trabajo forzoso que he hecho en mi vida fue el de ser obrero por una semana. Estaba haciendo algo que no sabía como hacer bien y que no me gustaba solo porque creí que era fácil y que me iba a ganar una buena plata. ¡Y ese es el problema! Muchas veces hacemos cosas para conseguir plata y nos olvidamos de que en realidad debemos hacer lo que nos gusta y nos hace felices. La plata no es el fin al que quiero aspirar. Esa era la razón de haber creído que mi trabajo como asistente era un trabajo forzoso.
Leave a Reply